Viajar, además de permitirle conocer otros lugares, la convierte ser mejor persona, porque comienza a comprender y explicar un sentimiento común compartido con sus semejantes. Vivir la experiencia de sorprenderse y quedar sin aliento ante la contemplación de un paisaje natural o una obra arquitectónica, es un hecho único que establece emociones para toda la vida, esa aventura, que marca rasgos positivos en su personalidad.
Los pequeños detalles de cada cultura, determinan la formación de nuevos argumentos que le permiten tomar decisiones imperecederas y abrir su mente a insólitos acontecimientos y circunstancias que le ayudarán en su crecimiento individual, íntimo y particular. Conocer otros lugares, adquiriendo muchos conocimientos, le da la ventaja de convertirse en residente mundial de todos los escenarios visitados. Al viajar, usted se integra en la cultura y gastronomía de otras ciudades y países; disfrutando de las diversidades de cada sitio donde se presente.
La costumbre de viajar la puede seducir de tal manera, que pueda valorar de una forma muy especial su propia vida y tomar de forma muy significativa la existencia de todas las personas que le acompañan o que encuentre en ese recorrido, pudiendo percibir la inmensidad de la unión que se produce entre usted y los demás. Además todo lo que nos atrae, se encuentra en lo maravilloso del globo terráqueo, en lo diverso, acogedor y estimulante de las espectaculares tierras y mares que habitamos. Viajar nos hace sentir libres y podemos quebrantar, aunque sea por poco tiempo, las ataduras y preocupaciones del día a día.
El aprendizaje de viajar, respalda las incesantes ganas de preparar el equipaje y desear salir corriendo para abordar el avión, el carro o cualquier medio de transporte, para satisfacer las ganas de vivir la magnífica posibilidad de conocer otros destinos y horizontes grandiosos.
Si viajamos en compañía de otras personas, cultivamos y compartimos con diferentes actitudes y maneras de ver la existencia, lo cual es enriquecedor y fascinante; y si viajamos en soledad, aprovechamos la sensación extraordinaria de sentirnos a gusto con nuestras propias decisiones, disfrutar el aire de una montaña refrescante o poder palpar la arena de una playa lejana, donde nadie le conoce, es una impresión sensacional.
La gentileza y cordialidad de la gente de otras latitudes, es algo digno de ser vivido, el recibimiento y acogida que brindan en algunos lugares nos hace sentir que ese trayecto ha valido realmente la pena. Cansarse en el recorrido es una emoción discordante que le provocará un efecto agotador pero por demás agradable.
Como dice una frase muy famosa de “Lin Yutang”: “nadie se da cuenta de lo hermoso que es viajar, hasta que vuelve a casa y descansa sobre su almohada vieja y conocida”; así se sentirá usted al regresar a su hogar para retomar su rutina, sintiéndose una mejor persona, evocando todo lo bueno y positivo de la enseñanza obtenida en el trayecto de un itinerario prodigioso e impresionante para admirar cada vez más el panorama de su preciosa vida.
ALFA