Las joyas imperiales de Japón, conocidas como Los Tres Tesoros Sagrados, están compuestas por un collar “Yasakani no Magatamas”, una espada “Kusanagi no Tsurugi” y un espejo “Yata no Kagami”. Simbolizan las tres virtudes primordiales de Japón: la joya es la benevolencia, el espejo la sabiduría y la espada representa el valor.
Cuenta la leyenda que estas piezas fueron trasladadas por “Ninigi-no-Mikoto”, predecesor de la real familia imperial, en el momento que la deidad “Amaterasu” la poderosa diosa del sol, le ordenó la pacificación del territorio. Según la mitología japonesa, la espada fue encontrada por “Susanoo”, el hermano de “Amaterasu”, en la cola de un dragón después de matarlo; y el espejo atrajo a la diosa fuera del refugio, donde se protegió, posterior a una ofensa de su hermano; finalmente las joyas fueron entregadas por “Ninigi-no-Mikoto” al primer monarca de Japón, Jimmu, quien era su nieto.
Por eso, a partir del año 690, la exposición de estos componentes ante el emperador por parte de los sacerdotes “Shinto”, adoradores de espíritus de la naturaleza, ha sido fundamental en el acto de coronación. La investidura se suele realizar a puerta cerrada y estas partes sagradas son observadas únicamente por los sacerdotes y el emperador.
Es necesario recalcar que la espada real no tiene mucha semejanza con las “katanas” o sables japoneses, más bien es un arma recta, corta y de doble filo, en acero, con características parecidas a las utilizadas en la edad de bronce. Se afirma que la misma fue hurtada del templo por un monje chino, pretendiendo escapar en un barco; no obstante, el navío naufragó, apareciendo milagrosamente el arma en el mismo templo; la fama de este objeto lleva la creencia de otorgar grandes poderes a las personas dignas, pero puede hundir a los indignos.
De igual manera, la importancia del espejo fabricado en bronce, cuyo nombre significa espejo de las ocho manos, por el diseño interno octagonal que posee. Los sacerdotes aseveraban que no solo refleja la imagen de las personas, sino también la del alma; por tal motivo, el emperador lo mandó a colocar en un sitio que garantizara su integridad; pero, esta reliquia no siempre estuvo a salvo.
Asimismo, el collar, un “magatama” elaborado en jade, que pudo provenir de un montículo mortuorio en ofrenda a las deidades, tiene forma de colmillo y su significado ancestral conserva la particularidad de personificar el misticismo en la dinastía japonesa.
En sí, estas prendas se pueden unir para formar cadenas; este collar es la aprobación de un nuevo emperador; por eso, en la ceremonia de coronación debe llevar el collar de jade y, a diferencia de los otros símbolos, este no ha sufrido ninguna clase de cambios.
Las joyas imperiales de Japón encierran el misterio de una cultura avanzada, que no deja de lado sus raíces tan interesantes, entremezclando la riqueza de los tiempos, con el origen de unos elementos que aún se mantienen en secreto.
ALFA