En 2012 la profecía Maya cobró fuerza ante el presunto fin del mundo. Como en otras ocasiones, no ocurrió absolutamente nada. Luego expertos en temas proféticos de la extinta civilización indicaron que se trataba del fin de una era, la cual ocurre cada 25 mil años. Entre los vestigios de lo que fueron los mayas, existen sus hermosas joyas utilizadas por los emperadores mayas y la familia real.

La civilización Maya, ubicada en Mesoamérica al sureste de lo que hoy se conoce como los estados de Yucatán, Campeche, Tabasco, Quintana Roo, zona oriental de Chiapas en México, así como gran parte del territorio de Guatemala, Belice y el occidente de Honduras y El Salvador, se desarrolló hasta, según la última teoría no confirmada, agotar los recursos naturales el lugar.

Entre las riquezas explotadas por los mesoamericanos está el jade, considerada una piedra preciosa con beneficios curativos y hasta mágicas. Además de curar enfermedades según sus creencias primitivas, consideraban al mineral como una roca de buena suerte. También tenía un significado de fertilidad al ser usadas por las mujeres cuando querían quedar en estado. Portarla entre los cortesanos del imperio era considerada un símbolo de estatus social.

Aquellos que tenían poder, utilizaban el jade para la confección de collares, aros, pulseras, pendientes, pectorales o pecheras y gargantillas que lucían en momentos especiales para su cultura.

Además, su creencia por el mineral era tal que se construían máscaras funerarias cuando realizaban el réquiem a sus deudos y antes de proceder con el ritual, se le colocaba una piedra de jade debajo de la lengua del cadáver con el propósito de apoyarlo en su ascenso al más allá o al nuevo mundo a descubrir después de la muerte.

El jade no era el único mineral a utilizar, otra piedra preciosa entre las favoritas de la civilización maya eran las turquesas, gema sustituta para confeccionar joyas, collares, brazaletes o pendientes.

De igual manera, su cercanía con el océano pacífico los hacía explotar los productos del mar para alimentarse y posteriormente, utilizar las conchas de mar para confeccionar preciosos pendientes.

Las plumas de quetzal, un ave tropical de entre 36 y 38 centímetros de alto, presenta una combinación espectacular de plumaje verde esmeralda o azul turquesa y con el pecho de color rojo carmín, que utilizaban para adornar sus piezas de joyería.

Para la cultura maya y según los rituales realizados por sacerdotes, el simbolismo de decorarse con plumas de quetzal establecía una comunicación mágica con la formación y el ordenamiento del universo durante la realización de ceremonias establecidas para dicho fin.

Por lo general, los emperadores y sus sacerdotes eran los únicos que podían ataviarse de esa manera. También se determinó que los altas jerarcas utilizaban camisetas confeccionadas en su totalidad con conchas de nácar que seguramente lucía espectacular.

En aquel entonces, las relaciones humanas en aquella civilización era similar a la conocida en la actualidad con relación a las autoridades existentes en cada comunidad. Desde luego, el lucir joyas con jade, turquesas o conchas marinas, era común entre la nobleza del Imperio Maya.

ALFA