La metafísica es la parte de la filosofía que estudia los hechos o circunstancias del pensamiento con sus causas y efectos. Va más allá de la física, su origen procede de una obra  de Aristóteles formada por catorce rollos de papiro, que trataban sobre numerosos temas de la filosofía. Los consideró como apuntes personales, de representación esotérica; y es por eso que Andrónico de Rodas, un filósofo griego cuando le ordenaba sus libros, decidió colocarlos después de los ocho manuales de física.

Explica las cosas que no podemos ver ni palpar, lo que está invisible a nuestros sentidos; pero que vivimos cotidianamente y nos ayuda a tener el dominio sobre nosotros mismos y el mundo extrínseco a través de la conciencia. Se rige por la ley del mentalismo, lo que significa que todo en el universo es mente. Somos lo que pensamos; ya que todos los pensamientos que formamos se cristalizan mediante la habilidad de transformar el Poder Energizante que se mueve en la naturaleza y entra en nuestra mente, donde le damos la importancia negativa o positiva para imaginarla fuera de nosotros en acontecimientos que se presentarán en nuestra existencia.

Está compuesta por siete rayos de la manifestación: rayo azul, dorado, rosa, blanco, verde, rubí y violeta. Son utilizados para emitir las meditaciones diarias, porque realizarlas es el más efectivo ejercicio de conexión. Cada día de la semana está regido por un rayo de luz específico. En cada persona la presencia “Yo soy”, pertenece a un rayo, es decir que cada uno tiene virtudes especiales y por lo tanto este tipo de meditación nos estimula a desarrollar todo el potencial para lograr cambiar lo que queremos.

Debemos observar en nuestras costumbres y preferencias, por medio de la reflexión cuál es el rayo al cual pertenecemos; es fácil reconocerlo por el color que siempre nos ha atraído irresistiblemente. Conectarnos con él en nuestros pensamientos formará un círculo de relajación inmutable.

Podemos aprender a valernos de las extraordinarias riquezas de nuestros conocimientos y de los recursos que nos brinda esta teología, para controlar la  realidad que vivimos en un momento determinado. Si reconocemos que somos responsables por todo lo que ocurre en nuestras vidas, será fácil comprender que cuando atraemos el dolor, es porque esa circunstancia nos activa y estimula.

Sin embargo, podemos tener dos opciones: la primera es cultivar el estado beneplácito del bienestar, mientras que con la segunda; tratemos de transformar lo que nos promete el dolor, hacia cambios que permitan ir desplazándolo de nuestras vidas.

La experiencia que vivimos con un sufrimiento que no nos ofrece un aprendizaje superior, es una costumbre superflua y errónea. Cuando entendemos esa posición, entonces realizaremos cambios que nos permitirán desarrollar capacidades para anular todas las angustias. Estamos acostumbrados a sufrir, el mundo exterior aplaude las abnegaciones y sacrificios; pero son hábitos intensos y colectivos que se tornan espinosos. Es importante que aceptemos que en nosotros está el poder de transmutar los sucesos.

ALFA