La espiritualidad, es una de las cosas más importantes en la personalidad de los niños. Inculcar todo lo bello del sentido de la vida, desde que están pequeños, es primordial y esto se cultivará como un componente preventivo, creando valores y principios necesarios para manejar las diferentes dificultades ante el materialismo, dándoles motivación a sus inocentes existencias.
Además les ayudará, para evitar influencias dañinas, provenientes del entorno que puedan perjudicarles, permitiéndoles tratar la realidad que se presente ante sus ojos. La espiritualidad fortalece las normas en el hogar y fuera de él; creando un clima lleno de armonía con las otras personas. Por eso, independientemente de la religión, inspirar esa fuerza interior en los niños, será su modelo de conducta durante toda la vida.
La espiritualidad permite que los niños sean más felices, reforzando los elementos que les mejorarán el bienestar personal; de hecho, son primordiales las tácticas propuestas, para que los chiquillos tengan una formación espiritual; esto generará actitudes amables y bondadosas de parte de ellos, hacia los demás. El fallecido filósofo “Jacques Maritain” expresó que “la espiritualidad es la ciencia de la educación, no se puede medir ni cuantificar, pero funda la función educativa”.
En un estudio realizado en el año 2009, por un grupo de investigación a cargo del doctor “Mark D. Holder”, de la “University of British Columbia”, Canadá; se llegó a la siguiente conclusión: “los niños que sienten que sus vidas tienen sentido, son valiosas y desarrollan relaciones profundas de calidad, (componentes básicos de la espiritualidad), crecen más felices; por el contrario, las prácticas religiosas tienen poco efecto en sus sentimientos de felicidad”.
Por otro lado, la espiritualidad estimula en gran manera la esperanza; haciendo que los niños se vuelvan entusiastas. La relación existente entre ella y la felicidad, es un factor clave que marcará sus vidas desde un primer momento; sin embargo, la dirección y el ejemplo de los padres es algo básico que logrará una conexión con la esencia que los distinguirá.
Siempre habrá la oportunidad para abordar los temas acerca de la espiritualidad, cuando los niños sientan esa curiosidad, haciéndoles apreciar que como seres humanos, tienen una conciencia que les hace sentir cuando algo que efectúan, está correcto o no, según los buenos preceptos que se les han inculcado. El vínculo que ellos forman, al comunicarse con amor, es una puerta abierta hacia el entendimiento que han adquirido sobre el particular.
El punto de vista que tengamos, respecto a nuestro propósito como personas, se lo cederemos a nuestros niños, como un legado espiritual. Hablar en confianza con ellos, será fundamental; para que nos comprendan y poder llegar hasta lo íntimo de su ser, aprendiendo a conocerlos verdaderamente, como los seres sensibles que son.
La espiritualidad que le enseñamos a nuestros niños, está en la cotidianidad que compartimos con sus sueños e ilusiones. La generosidad que vean en nosotros, el compañerismo, la compasión y las creencias que alimentamos, será un reflejo de la educación que como padres le damos.
Una gran responsabilidad que tiene cada padre y madre y es necesario honrar.