Según cuenta la leyenda, en algún lugar de América del Sur perdida en la inmensidad de la selva amazónica, se encuentra una ciudad con calles, edificios y murallas de oro de incalculable valor. Conocida como la ciudad del dorado, desde la época de la colonia su supuesta existencia atrajo a muchos exploradores que intentaron encontrarla, aunque ya sabemos que ninguno logro su cometido.
Los historiadores han encontrado pruebas que indican que tanto los conquistadores españoles, portugueses e ingleses buscaron sin cesar esta mítica ciudad con la idea de un enriquecimiento fácil. No obstante, en sus largas expediciones por la selva, la dureza del terreno y la falta de provisiones cobrarían la vida de muchas personas en el proceso.
Se cree que esta leyenda tuvo su origen en el año 1530, en los andes colombianos y el encargado de difundirla sería el conquistador español Gonzalo Jiménez de Quesada; luego de conocer una tradición de tiempos remotos realizada por los aborígenes Muiscas y que fue bautizada por los españoles como la ceremonia del indio dorado.
Según esta tradición, al momento de morir el cacique o máxima autoridad de la tribu se debía realizar una ceremonia de consagración para el nuevo rey. En ella, los sacerdotes ungían el cuerpo del príncipe con una resina pegajosa para luego cubrirlo con un polvo de oro.
Como parte del ritual, este era embarcado en una balsa cargada con piezas de oro y esmeraldas, que posteriormente llevaban al centro de una laguna (se decía que era la laguna de Guatavita, en Colombia). Allí debían arrojar las piezas de oro y esmeraldas, mientras que el nuevo rey se bañaba en las aguas de la laguna, liberando también en las profundidades el polvo de oro que cubría su cuerpo, todo ello como parte de la ofrenda al dios dragón que habitaba en el fondo del lago.
Otra versión de la historia que explica el origen de la tradición, relata que esta ceremonia habría sido instaurada por un cacique cuya esposa fue sorprendida en adulterio. Se dice que al ser acusada constantemente de infidelidad por el cacique, la culpa y el arrepentimiento la atormentaron tanto que decidió suicidarse lanzándose al fondo de esta laguna, aunque en el acto también moriría su pequeño hijo.
El cacique consumido por los remordimientos, decide pedirles consejo a sus sacerdotes para expiar la muerte de su esposa, y estos le revelan que tanto ella como su hijo vivían en un palacio en el fondo de la laguna, pero sus almas solo estarían a salvo a cambio de todo el oro del mundo. Por ello, se estableció que esta ceremonia debía celebrarse varias veces al año.
La leyenda circuló de boca en boca, sin embargo, el desconocimiento de la ubicación exacta de esta laguna provocó que varios expedicionarios incluido el propio Quesada, emprendieran una búsqueda infructuosa por diversos lugares de América y específicamente de la selva amazónica, entre ellos los territorios actuales de Colombia, Venezuela, y el norte de Brasil.
Ambas historias fueron tomadas como ciertas por los españoles, pero alimentada por la codicia y la imaginación, la leyenda se fue deformando y perdiendo relación con la ceremonia del cacique dorado, convirtiéndose así en una ciudad mítica cuya leyenda sigue viva, y que aún hoy, muchos anhelan encontrar.
ALFA