Para nadie es un secreto que la vida de Elizabeth siempre estuvo saturada de lujos, y su apellido es sinónimo de excentricidad y elegancia, que seguirá vigente con el pasar del tiempo. Elizabeth o Liz Taylor, se podría decir que tenía dos pasiones, los hombres, por la cantidad de veces que se casó, y las joyas.

Además de su atractivo natural, por su talento e indudable belleza, por ese color tan característico de sus ojos; Liz era conocida también por su pasión por las joyas, ya que lo convirtió en pasatiempo al coleccionarlas, siendo catalogada como la dueña de la mayor colección de joyas en todo el mundo. ¡Otro premio para Elizabeth! Y es que la dama de Hollywood siempre tuvo esa atracción o cierta afinidad por la excentricidad, desde que nació. Esta pasión se vio aplaudida  y abalada por sus esposos, quienes también fueron cómplices de su afición regalándoles las joyas más fabulosas, como ejemplo tenemos el famoso diamante Krupp, que luego fue revendido por la actriz para fines benéficos, y la piedra peregrina que le obsequio su marido Richard Burton, quien también era un fanático de las joyas históricas, y se las obsequiaba con toda espontaneidad.

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Por otro lado, su también marido y productor Michael Todd, no se quedaba atrás apoyando su afición regalándole joyas en cualquier día del año, como el collar y aros Cartier, denominados “Ruby Suit”; luego siguieron aros, candelabros y tiaras de diamantes. ¡Lo mejor para su amada! y es que la misma actriz admitió que sus tres grandes amores, eran: Michael Todd, Richard Burton, y por supuesto,  nuestras protagonistas de hoy: Las joyas. Entre las joyas más destacadas de Liz se encuentra un collar de esmeraldas y diamantes Bulgari obsequiado por Burton, este juego de piezas se consideran los más conocidos, siendo utilizados por la actriz en películas, además del broche de diamantes y esmeraldas que adquirió también a través de la exquisita tienda italiana Bulgari, siendo el escenario de las piezas más famosas que Burton le regalaba a Taylor, posicionándolo como el hombre que más significado tuvo en su vida. Ambos lograron gloriar al anillo Taylor-Burton, siendo catalogado como el más famoso de todos por su diamante de 33 quilates, el cual le obsequio en 1968, considerándose como la pieza más apreciada y estimada por la actriz, y siendo sorprendida el año siguiente por un collar de perla peregrina de Cartier, perteneciente también a la familia real española. ¡Al parecer Taylor no tenía descanso cuando de joyas se trataba!

A raíz de su muerte, su colección de joyas valorada en unos 21 millones de euros aproximadamente, fue subastada en New York en un periodo de 10 días. Una parte de la recaudación fue donada a la fundación propia de la actriz a favor de la lucha contra el SIDA. ¡Liz no solo derrochaba excentricidad, sino también una gran humanidad!

ALFA