El principio de caridad solicita que aquellas declaraciones que sean realizadas por otra persona vayan a ser interpretadas como racionales y, en el caso de que hubiera una disputa dialéctica, que se tenga en consideración la interpretación de la misma que tenga una mayor solidez, evitando que se hagan atribuciones irracionales, falacias con falta de lógica o cualquier falsedad sobre las declaraciones de otras personas.
En este artículo veremos en qué consiste el principio de caridad y para qué sirve.
¿Qué es el principio de caridad?
En los ámbitos de la retórica y la filosofía, el principio de caridad solicita que aquellas declaraciones que sean realizadas por un interlocutor vayan a ser interpretadas como racionales y, en el caso de que hubiera una disputa dialéctica, que se tenga en consideración la interpretación de la misma que tenga una mayor solidez.
Por lo tanto, si nos ceñimos a su sentido más estricto, la finalidad de este principio sería evitar que se hagan atribuciones irracionales, falacias con falta de lógica o cualquier falsedades sobre las declaraciones de otras personas cuando en realidad sería posible que se realizara una interpretación racional y coherente de las mismas.
Para tratar de comprender mejor este concepto, vamos a poner un ejemplo: si otra persona nos expone un argumento que se pudiera interpretar de dos formas, siendo una de ellas lógica y la otra falaz, deberíamos asumir que la interpretación que hemos interpretado como “lógico” sería entonces la que tendremos en cuenta como la que esa persona pretendía transmitir realmente y no la otra, siempre y cuando sea razonable hacerlo.
De esta manera, poner en práctica el principio de caridad en diversas interlocuciones podría resultar beneficioso en una amplia gama de escenarios, ya que nos ayuda a fomentar un diálogo que sea adecuado, cordial y unas discusiones o debates que sean productivos, al mismo tiempo que así se podría mejorar la capacidad argumentativa de los participantes en dichos debates.
¿Qué es la oratoria?
De manera simple y puntual, podemos definirla como el arte de la comunicación clara y objetiva con el público.
Sin embargo, como con todo lo que involucra a una audiencia, esta definición puede variar agregando principios como la elocuencia, la capacidad para lidiar con objeciones e, incluso, la interacción con los espectadores.
Es un error pensar que todo esto lo puede lograr una persona únicamente con una buena comunicación verbal.
Un buen orador debe trabajar en un lenguaje corporal adecuado para el público y la idea que quiere transmitir.
Más que eso, es esencial tener como base un mensaje muy bien estructurado para no dejar que la audiencia pierda su atención o capte información que sea diferente de lo que se pretende.
Por todas sus características, no sorprende que en Occidente este arte tenga su origen en la Grecia clásica: el primer manual que buscó guiar su uso proviene de la región que hoy se conoce como Sicilia.
Desde entonces, nombres históricos como Aristóteles, Cícero, Winston Churchill y Barack Obama se han destacado en el estudio, la aplicación y el perfeccionamiento de la oratoria.
¿Qué obstáculos se interponen en la buena presentación en público?
Como indicamos al comienzo del texto, no es correcta la idea de que la oratoria solo puede ser perfeccionada por personas nacidas con el don.
Incluso las personas que han pasado parte de sus vidas con temor a mostrar proyectos o ideas en público tienen la posibilidad total de dominar esta habilidad de comunicación. Para empezar, te explicaremos los obstáculos que deben ser superados:
Nerviosismo
Este es el principal villano al que se enfrentan los oradores, especialmente aquellos que están comenzando o no tienen la experiencia suficiente para sentirse seguros.
¿Quién no recuerda el nerviosismo de hablar en público cuando éramos niños, antes de una presentación escolar? Por más asustador que sea el recuerdo, tienes que dejarlo atrás.
Sentirte nervioso antes de un evento importante es natural y aceptar eso es el primer paso para controlarlo. Pregúntate de dónde viene ese sentimiento, pueden ser pensamientos negativos, falta de preparación o incluso malestar físico. Identificar la causa hace que sea más fácil trabajar en la resolución.
Problemas de dicción
La dicción se refiere a la forma en que pronunciamos los sonidos de sílabas, letras y palabras. Este factor es fundamental para una buena oratoria porque, si está mal trabajado, puede dificultar la comprensión del público.
Un orador que habla demasiado rápido o se salta ciertas sílabas, por ejemplo, puede perder rápidamente la atención de la audiencia.
Al igual que en el problema anterior, identificar la causa es crucial. Pueden originarse a partir de una respiración desordenada, falta de conocimiento verbal o incluso falta de calentamiento de los músculos faciales.
Como cura, hay métodos y entrenamiento sugeridos por profesionales de la terapia de la fonoaudiología.
El miedo
El miedo a actuar en público es común y se refiere a nuestra búsqueda casi irracional de aceptación. Cuanto mayor sea la audiencia, más difícil será que todos nos acepten.
Al menos eso es lo que nos dice nuestro subconsciente. Una buena manera de superar esta timidez es profundizar el conocimiento del público. Después de todo, sabemos que lo desconocido siempre da más miedo.
Consejos
- Lo primero, preséntate tú, y después del tema que vas a hablar.
- Prepara un guion, pero no lo leas. …
- Cuenta anécdotas y datos interesantes durante la ponencia.
- Moldea la voz según las circunstancias. …
- Muévete en el escenario.
- Si te puedes ayudar de un proyector o pizarra para apuntar datos interesantes, no dudes en emplear esa herramienta.
ALFA