Existen seres humanos que jamás en su vida se atreverían a robar, matar o cometer un adulterio, pero igualmente se les hace difícil perdonar. Usted muchas veces ha pasado por esta situación donde se pregunta: ¿Qué hago para perdonar? ¡Quiero hacerlo pero no puedo! Es una pregunta difícil de hallarle respuesta.

Nos cuesta perdonar una traición, una mentira, un engaño. Cuesta ver más allá de nuestras acciones, si en algún momento nos encontramos con una de ellas. Existen personas que son víctimas de la injusticia. Acusadas de algo y culpables de nada. Cuando usted es arropado por la injusticia, lo cubre otro manto aún peor: la venganza.

El que comete un error, a veces le cuesta pedir perdón, o al menos disculparse, y es cuando se llena de angustia, y el complejo de culpa lo atormenta a cada instante. Sé que perdonar es una tarea difícil, pero quienes somos para tomar la justicia por nuestra propia cuenta, y justificar lo injustificado.

Me atrevería a hacerles estas preguntas: ¿Qué tipo de sentimientos lo motiva a usted, a no poder perdonar?, ¿El amor al poder, o el poder de perdonar? Son dos cosas diferentes.

El que ama se desprende y renuncia, y el que renuncia de alguna forma perdona. Todo lo que usted recibe en obsequio por sus grandes obras hechas con amor, llega cargado de bendiciones por nuestro Padre Supremo. El que mal obra y se arrepiente, ¡el perdón hacia él, será otorgado!

El perdón inicia la lista de las gracias divinas que son otorgadas cuando nos arrepentimos de las malas acciones. El perdón sana, redime, satisface y renueva; para muchos se convierte en una palabra llena de tabú, que complica el abrazarla, y por consiguiente, ponerla en práctica. Lo complicado de la palabra no es el pedir perdón, sino perdonar, aunque a usted le pidan millones de veces el perdón.

Erróneamente confundimos el término del perdón, porque pensamos que si lo extendemos, le estamos dando la razón a la persona que lo solicita, o lo estamos justificando de alguna forma; pensando que el perdonar es olvidar, y restarle importancia a lo ocurrido, sin darnos cuenta que el perdón, es para nosotros y no para el que lo solicita.

Pedir perdón y perdonar, son las mayores pruebas que usted debe enfrentar en la vida. Jesús nos lo demostró con su aptitud al relatar la parábola del hijo pródigo. Nos cuesta perdonar, porque de cierta manera nos gusta vivir en el recuerdo y convertirnos en castigadores; cuando los castigados somos nosotros mismos. Al que no le cuesta perdonar, comienza a cultivar el dolor, el enojo y la rabia, hasta que termina endureciéndosele el corazón.

Si le cuesta perdonar, primero despréndase de toda ira, dolor y rabia. Eleve sus pensamientos al creador, y reemplace los momentos amargos por los dulces que usted vivió con esa persona. Ponga su confianza en Dios, que es todo amor y ¡libere sus penurias extendiendo el perdón!

ALFA

5 comentarios de “¡CUANDO ME CUESTA PERDONAR!

  1. Shakira Lunar dice:

    Soy de las que me cuesta otorgar el perdón. Pero al leer este articulo me di cuenta, que nos hace daño el no poder perdonar. Gracias.

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