Hace muchos años nos vendieron la imagen de un hombre montado a caballo, desaliñado, en el desierto, bajo un sol inclemente y, amarrado a su silla, lleva un burro cargado con una cobija, dos bultos donde se presume que lleva su ropa, una olla y una sartén vieja. Esta es la imagen que nos presentaban de las personas que anhelaban conseguir una mina, lo que también se conoció como la fiebre del oro. Igualmente promocionaban que en cualquier río, con un viejo colador, buscando entre las piedras, podían conseguir las famosas pepitas que  tanto deseaban.

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Actualmente, todavía hay buscadores que usan un detector de metales, hurgando en donde hubo o existe una mina cerca y eventualmente podrían conseguir una muy pequeña sorpresa la cual, llenaría sus expectativas mientras se convencen que eso era todo lo que podían encontrar. Luego de esto, van hacia otro lugar a continuar probando su suerte.

Para facilitar la búsqueda, debe hacerla aguas abajo, ya que el peso del mineral no permite que éste suba por el río. Actualmente existen personas reutilizando estas técnicas en zonas donde grandes máquinas estuvieron buscando y dejaron el sitio porque ya no había nada y resulta que esa empresa trabajó con una medida determinada y si la muestra era más pequeña o más grande, no la detectaban y era automáticamente rechazada. Esto ha traído como consecuencia que en algunos casos estos buscadores recreativos consigan una que otra pepita olvidada o desechada y con ello han hecho de su día, uno maravilloso.

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En el oeste de Australia, con un equipo especial de rayos X, un grupo de biólogos ha revisado las hojas de los eucaliptos y el resultado es que los que están sembrados sobre los depósitos auríferos tenían mayor concentración del mineral en sus hojas que el resto de ellos. Piensan los científicos que los árboles absorben partículas hasta a 35 metros de profundidad, viajando la muestra por la savia y hasta las hojas. Esta información podría utilizarse para ahorrar costos a empresas que hacen la explotación.

Buscar esta piedra no es el trabajo más cómodo ni agradable que una persona puede encontrar; pero si es uno de los más aventureros, arriesgados y peligrosos sobre todo hoy en día. Aun así hay quienes toman el riesgo y prefieren hacerlo de esta manera recreativa y no perteneciendo a alguna gran empresa transnacional que le brindaría apoyo y seguridad, pues el ingreso económico sería mucho menor.

Por otro lado, para trabajar en esas grandes corporaciones deben pertenecer  a grupos que intercederán (sobre todo si es su primera vez) en la contratación del personal y cubrir este paso, no siempre es tan fácil.

Por eso, los mineros independientes seguirán existiendo, luchando, triunfando y fracasando, persiguiendo el sueño de que algún día puede cambiar su vida y conseguirán un filón que se le haya escapado a ojos menos expertos o bien un gran trozo de oro que esté enterrado y sea uno de ellos el afortunado que pueda conseguirlo.

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ALFA