Durante casi 7.000 años el jade fue considerado de sumo valor y adquirió fama y prestigio en muchas culturas occidentales y orientales. Desde tiempos remotos hasta la actualidad, ha alcanzado un desarrollo impresionante en cuanto a su trabajo y confección en piezas de variados colores y encantos.
Su nombre se remonta a la época de la conquista española; los conquistadores la tuvieron en estima por su inconfundible belleza.
Sin embargo, también en China han adorado esta piedra. Confucio, un filósofo del siglo VI a.C., decía que los jades eran blandos, lisos y brillantes como la benevolencia; compactos, hermosos y fuertes como la inteligencia; y de bordes afilados, sin que llegaran a cortar, como la justicia… Por esta razón, es en China y también en Japón donde se consideran estas piedras como las más preciosas de todas, siendo en su tiempo dos imperios adoradores de la gema.
El jade nefrita, muy común en Asia, es con frecuencia llamado jade chino, ya que con este se realizan bellas piezas talladas como son budas, dragones y serpientes, así como algunos símbolos orientales.
El jade se puede encontrar en muchos lugares, no obstante, es en China donde el jade alcanza su máxima plenitud; la importancia que tomó esta piedra superó al resto de los materiales.
No está muy claro cuándo se comenzó a comerciar con la roca, pero se calcula que debió de ser hacia el 2000 a.C., a finales del Neolítico, cuando las reservas interiores de China se agotaron y se establecieron contactos con los pueblos nómadas del oeste, considerados bárbaros por los chinos.
Un libro antiguo trata sobre el lugar de producción de jade en China, pero incluye en la información a todas las piedras preciosas. El lugar de la producción de jade en este país se puede encontrar dentro del territorio de las provincias de Hsinchiang y Yünnan. El jade suave se produce en Hsinchiang; y el jade duro se produce en Birmania (al sur de China). Recientemente, se ha descubierto que en Taiwán también hay muchos yacimientos de jade. En la costa este de esta isla, en la meseta que queda en el pueblo de Fontien, existen abundantes yacimientos de jade anfíbol, siendo la mayoría de color verde azulado. El jade de Taiwán, por lo general, se divide en tres clases: el jade ordinario, el jade acerado y el jade ojo de gato. Este último, contiene una fibra que produce una luz parpadeante en forma de hilo parecido a un ojo de gato, usado para incrustaciones en anillos y aretes.
La naturaleza sigue siendo benévola con el hombre, brindándole desde el interior de la tierra el reino de los minerales. Aun así, merece cuidado, por lo que con sentido ecológico es posible que el jade forme parte de su vida. Aproveche en grande esa maravillosa piedra.
ALFA