La manera en cómo se explican fenómenos inexplicables, eso sería el animismo para el antropólogo inglés, Edward Burnett Tylor. Una creencia propia de las culturas no – occidentales, Burnett estudió a fondo la creencia de que todo ser viviente posee alma, incluyendo, los sueños, la muerte, e incluso, los reflejos.
El animismo encierra dentro de sí la creencia de todo objeto o ser que existe sobre la faz de la tierra tiene conciencia propia, incluyendo desde animales y plantas, hasta los ríos y el mismo cielo. La palabra ánima surge del latín y quiere decir alma. Desde el continente africano, hasta Asia y América, en cada sitio en particular se haya una marca en torno a la existencia del alma y su función en la tierra.
Para los basutos, una tribu originaria del sur de África, el alma estaba conectada con la sombra de una persona, por lo que tienen la férrea creencia que si caminaban cerca de un río podría perder la vida pues si tan solo su sombra tocaba el agua, un cocodrilo sería capaz de “engullirla”, atrayendo por consiguiente al cuerpo físico hasta él. Esta afirmación es similar a las halladas en las tribus suramericanas, dentro de las cuales figuraba el concepto de alma como la manera de identificar a la sombra de una persona.
En la cultura asiática, específicamente en China, se mantiene la idea de que cuando una persona enferma es porque su alma ha abandonado el cuerpo, por lo que las primeras medidas a tomar consideran la manera de que el alma regrese a su lugar de origen.
La forma en cómo el animismo explica ciertos fenómenos que todavía no tienen explicación científica es quizás uno de los puntos más atractivos que tiene esta idea. Existen culturas que plantean que un sueño simplemente es un viaje que realiza el alma. Ahora bien, en un sueño pueden presentarse también animales u objetos comunes, y esto se debe al precepto de que todo ser viviente ostenta de un alma propia.
En la actualidad, con la gama impresionantes de creencias ya aceptadas, parece normal abrazar también el establecimiento cosmogónico del alma, pero en 1871, cuando Edward Burnett Tylor publicó Culturas Primitivas terminó exponiendo un hecho inquietante para la época: los mismos seres humanos desarrollaron las religiones a fin de explicar su propia realidad.
Sin duda, existieron férreos detractores de la investigación de Tylor, entre los cuales remarcan el filósofo, Émile Durkheim, quien aseveró una religión funge más como algo emocional, que lógico e intelectual, además que la base de referencias hecha por Tylor la constituían diferentes pueblos alejados uno del otro, por lo que considerar cada creencia como parte de una sola era imposible.
Porque en definitiva somos uno más dentro del gran todo. Además de calmar la ansiedad por encontrar las respuestas sobre aquello aún desconocido, el animismo ha logrado establecer una sana y, sin duda, necesaria conexión del ser humano con todo lo que tiene a su alrededor.
ALFA