Anteriormente el rol del hombre en casa se encontraba en una posición privilegiada. Era el “cabeza de familia”, el único que conseguía el dinero para el hogar, y la mujer lo administraba de la mejor forma posible.
Tradicionalmente, el hombre ha vivido apegado a los principios “machistas” que demandan una actitud de fortaleza y dominio; sin embargo, en los últimos tiempos, se ha suscitado un interesante vuelco que reclama la participación del género masculino en la ejecución de las responsabilidades hogareñas.
De esta manera, el creciente aumento de las mujeres en el campo laboral ha generado una fuerte polémica: la necesaria incorporación del hombre a las tareas domésticas, esto debido a que la mujer actual se ha convertido en una especie de “súper mamá” que, además de cumplir con sus deberes profesionales, debe atender las necesidades de los suyos, provocándose un cansancio físico y un alto nivel de estrés emocional que, a la larga, ha terminado afectándola.
Lamentablemente, tenemos aún un modelo de familia patriarcal en el que hay un reparto de tareas bien definido: el hombre es el proveedor de los recursos; la mujer, la gestora del hogar. Pero ha sido la misma sociedad la que ha hecho hincapié en que la mujer es más débil que el hombre y que este ha de ser preparado para tomar decisiones, afrontar riesgos y ser dominadores de las situaciones; por ello, bajo este falso concepto, en muchos hogares la cultura del “machismo” sigue prevaleciendo en nuestros días; ya que no es fácil asumir para algunos hombres ver desaparecer su rol tradicional.
A todas estas, son las mujeres las que siguen teniendo la responsabilidad de hacerse cargo de sus hijos los primeros años de vida, llevarlos al médico, al colegio y a otras actividades, en detrimento de su trabajo, y no los hombres.
Sin embargo, la sociedad ha cambiado profundamente en las últimas décadas; este reparto de papeles ha pasado en “algunos casos a la historia”; actualmente, muchos hombres se han concientizado y aportan herramientas importantes para el manejo del hogar. De esta forma, aligeran el peso en la familia y se reafirman los lazos afectivos entre la pareja y los hijos, quienes crecen en medio de un ambiente lleno de comprensión, cooperación y ayuda mutua.
Por otro lado, argumenta el especialista Scott Coltrane, sociólogo de la universidad de Riverside en California: “Cuando los hombres hacen más tareas en el hogar, la percepción de las mujeres sobre la equidad y la satisfacción matrimonial aumenta; y la pareja atraviesa menos conflictos”.
Afortunadamente, las costumbres han variado y hoy es natural ver a muchos hombres, sobre todo padres jóvenes, encargándose del cuidado de sus hogares. Además, ellos también están capacitados para preparar los más exquisitos platos, mantener la casa reluciente y a los niños acostados después de haber cenado. En líneas generales, el mejor rol que puede desempeñar un hombre es ser un padre responsable, comprometido y dedicado a su familia.
El feminismo empodera a las mujeres y son libres de trabajar, por lo que la ayuda del hombre en el hogar se vuelve un acto de responsabilidad compartida, para nada machista! Los dos pueden trabajar y al mismo tiempo colaborar
La responsabilidad debe ser compartida en el hogar.