En medio de una bahía del noreste francés, entre Normandía y Bretaña, se erige una de las edificaciones más fascinantes del mundo, el Monte Saint Michel. Conocido también como “la maravilla”, esta obra arquitectónica debe su nombre a la abadía dedicada a San Miguel Arcángel, uno de los lugares más visitados en Francia por el interés turístico que despierta, algo que, además, le convierte en uno de sus iconos en el mundo.
Según dice la leyenda, en el año 708, el Arcángel San Miguel se le habría aparecido al obispo de la ciudad de Avranches, llamado Aubert, encargándole que construyera un santuario en este lugar cercano. Luego de su construcción y gracias al amparo de sus murallas, alrededor del santuario se fueron estableciendo, poco a poco, los peregrinos hasta formar el pequeño pueblo, que aún hoy rodea esta imponente estructura, coronada en el punto más alto de la iglesia Abadial por una estatua de San Miguel Arcángel.
Si bien, desde lejos la vista es impresionante, lo que encontraremos al acercarnos será algo realmente fascinante. Comenzando por el hecho de que el monte esta ubicado en una zona con las mareas más grandes de Europa, algo que hasta dos veces al día deja al monte unido a tierra solo por una estrecha carretera, aunque se ha convertido en uno de los espectáculos más apreciados por los turistas.
Motivado a esto se crearon estacionamientos a 2,5 kilómetros, por lo que para acercarnos tendremos que usar los medios de trasporte gratuitos y tomar los caminos peatonales, aunque otra buena alternativa será alquilar previamente un coche tirado por caballos. Al entrar, lo primero que encontraremos es una ciudadela con calles estrechas, en cuya calle principal o “Grande Rue”, las casas antiguas se han convertido en restaurantes, museos, hoteles y tiendas de souvenirs en las que podremos encontrar: llaveros, joyas, postales y todo tipo de recuerdos, siendo uno de los más buscados la clásica figura de San Miguel.
En nuestro recorrido, otro de los atractivos que conseguiremos es la iglesia parroquial de Saint Pierre, patrono de los pescadores, cuyo edificio data del siglo XV. Una vez visitada esta iglesia, es momento de llegar a lo más alto y visitar la Abadía, para lo cual tendremos que subir la “Grande Degre” o escalera grande. Aquí es donde tendremos que pagar entrada, pero es algo que vale la pena, ya que podremos admirar y retratar, desde todos los ángulos, la belleza de esta joya arquitectónica e incluso podremos encontrar en la terraza, el claustro y otras salas una extraordinaria vista de la bahía.
Uno de los espectáculos más hermosos requiere esperar la noche, ya que el monte iluminado adquiere un colorido increíble, algo que será inevitable fotografiar para el recuerdo. Tras la visita entendemos porque el monte Saint Michel maravilla a los 3,5 millones de visitantes que recibe cada año, así que le invitamos a visitarlo y convertirse en uno más de los admiradores de esta joya de la arquitectura.
Impresionante
Mágico lugar :O