Las civilizaciones han sido la base sobre la que se ha construido toda la historia del mundo. Cada una aportó con su cultura, creencias, tradiciones, religiones, tecnología e ideas; una forma de ver y llevar la vida de los seres humanos. Algunas de las civilizaciones más importantes del mundo han sido: los griegos, los romanos, los egipcios, los aztecas, los mayas, entre otros más. Su legado aún permanece e intriga parte de su significado, es por ello que hoy conocerá más acerca de los mayas, sus máscaras y su relación con la espiritualidad.
De acuerdo a la definición de civilización en el diccionario es: “Conjunto de costumbres, ideas, creencias, cultura y conocimientos científicos y técnicos que caracterizan a un grupo humano en un momento de su evolución”. Los mayas gracias a sus aportes representaron una de las 6 civilizaciones más significativas del mundo, de ahí su importancia.
Esta civilización estuvo conformada por un conjunto de etnias que hablaban distintas lenguas, tenían diferentes costumbres y realidades históricas, pero que compartían rasgos que les permitían integrarlas en una unidad cultural mayor como lo es la cultura mesoamericana.
En cuanto a la ubicación de esta civilización, hay que destacar que cubrió el territorio sureste de lo que hoy es México, específicamente los estados de Yucatán, Campeche, Tabasco, Quintana Roo y la zona oriental de Chiapas; igualmente gran parte de Guatemala, Honduras, El Salvador y Belice.
Se dice que Mesoamérica fue una de las seis cunas de la civilización del mundo. La misma dio origen a un desarrollo cultural que incluía la formación de sociedades complejas, la agricultura, las ciudades, la arquitectura monumental, la escritura y los sistemas calendáricos. La organización política, social y económica que alcanzaron fue parte del ejemplo de la sociedad como se conoce hoy. Asimismo, su sistema religioso.
Los cimientos o las bases de la civilización maya partían de la religión, pues realizaban gran cantidad de ceremonias y a partir de allí se daban todas las demás áreas. En principio debe saberse que los mayas eran politeístas, ellos creían en que todas las creaciones venían dadas por un orden divino. Principalmente le rendían culto a las fuerzas de la naturaleza, en las que sus dioses eran: “Hunab Ku” (el creador), señor de los cielos y dios del día, “Itzamná” (hijo de Hunab Ku), “Chac” (dios de la lluvia, y fertilidad de la agricultura), “Ah Puch” (dios de la muerte), “Yun Kaax” (dios del maíz).
Asimismo, existían deidades que a su vez tenían aspecto de animales, por ejemplo: el Sol era representado como una guacamaya o un jaguar; la Lluvia, como una serpiente; la Muerte como un murciélago o un búho, etc.
Ahora bien, en cuanto a su organización política, la misma guardaba relación directa con sus creencias. Por ello su jerarquía del poder se dividía en: Sacerdotes gobernantes, el sumo sacerdote maya (Ah-Kin-May), el sacerdote (Halach Uinic), jefes y señores principales (Bacab), mayordomo real, consejo de estado, integrado por los sacerdotes y gente principal, jefes guerreros (Nacon).
El desarrollo de la organización de esta civilización se dio en varias etapas. La primera etapa transcurrió durante el ciclo correspondiente a la caza, a la pesca y recolección. En la segunda etapa surgió una nueva unidad política en la cual la aldea era gobernada por un consejo de jefes o cabezas de familia. La tercera fase correspondió al orden social y económico, en el que predominaba la mujer y por ello se establece el matriarcado. La última etapa se caracterizó por la consolidación de las formas esenciales de la civilización maya y el derecho materno y paterno definitivo.
En relación al desarrollo económico de los mayas, desarrollaron una economía simple, ya que la producción dependía de los requerimientos familiares, pero poco a poco se dio una división del trabajo, que daría origen a la diferenciación de clases sociales. Una vez que inicia la agricultura, se genera un sedentarismo, dicha actividad se convierte en la base de la economía, la cual se complementaba con la caza, la pesca y la recolección.
El sistema agrícola de los mayas consistía en derribar árboles y arbustos, quemarlos y después sembrar usando un palo aguzado, llamado bastón plantador, al inicio de la temporada de lluvias.
Gracias a los arqueólogos e historiadores, se pudieron hallar restos de obras hidráulicas, lo cual indica que los mayas construyeron canales para riego, lo que elevó la producción agrícola. De esta manera el comercio tuvo gran desarrollo. Por lo tanto, llegaron a exportarse productos como miel, copal, algodón, cacao, plumas, entre otros productos.
La organización social de los mayas en principio era tribal, es decir, a través de grupos de familias relacionadas por parentesco, que compartían una cultura, un lenguaje y un territorio. Conforme fue desarrollándose la economía, comenzó a aumentar la población y surgen los centros ceremoniales, consolidando así la jerarquización de las clases sociales, que se dio como resultado de la división del trabajo.
El gobierno inicialmente fue teocrático, en el cual predominaba la clase dirigente o los también llamados intelectuales, estos se encargaban de actividades como la planeación socioeconómica, la proyección de obras públicas, la organización política, la creación de conocimientos científicos (matemáticas, astronomía, cronología, medicina) y la conservación, por medio de una desarrollada escritura, de la historia de los linajes gobernantes.
Los especialistas (constructores, artistas y artesanos), así como los sirvientes, residían también en las ciudades, mientras que los campesinos, habitaban cerca de las siembras. También se realizó comercio a gran escala, por lo que los comerciantes también se convirtieron en una clase social. En las últimas etapas de desarrollo de esta civilización, el único cambio que surgió fue la división del poder supremo en político religioso, que antes recaía sobre una sola persona.
De acuerdo a informaciones históricas, en la clase social más alta estaban los nobles o hidalgos, llamados almehenoob por los mayas yucatecos, la gente de linaje ilustre, los destinados por decreto divino a gobernar sobre los demás, con el poder político, con el poder religioso o con la fuerza de las armas.
Luego de conocer cómo poco a poco, con trabajo y organización lograron construir una civilización tan avanzada para la época, es normal la curiosidad que despierta en los seres humanos saber y conocer como concibieron su mundo. Siempre fueron personas muy religiosas, conectadas con el entorno y lo naturales, desde la tierra que les proveía de comida hasta los que consideraban dioses: el sol, la luna, la lluvia, entre otros.
Los mayas consideraban que el universo estaba conformado por tres grandes planos horizontales: el cielo, la tierra y el inframundo. En el cielo, se hallaban 13 niveles entre los que se encontraban los dioses que adoraban, como la luna “Ixchel” y Venus “Nohok Ek”. Por su parte, el cielo estaba representado por una deidad llamada “Itzamná”, el dragón, que se representa como una serpiente emplumada de dos cabezas o un dragón. Este dios, era el supremo de la religión maya, el cual simbolizaba la energía del cosmos, que daba vida a todo el universo.
No obstante, la tierra, era considerada una plancha plana que flotaba sobre el agua; pero a su vez se le representaba como un gran cocodrilo o lagarto y que en su dorso crecía la vegetación.
Asimismo, los mayas creían fervientemente en la vida después de la muerte, creían que al morir el alma emprendía un camino al Xibalbá, o Inframundo, donde debía atravesar un río ayudado de un perro (el xoloitzcuintle); dicha creencia estaba ligada a la forma en que ellos veían y percibían el mundo.
Dentro de las tradiciones que manejaban con respecto a la muerte, se encontraba la utilización de máscaras funerarias, las mismas eran elaboradas de ciertos minerales que según sus creencias les ayudarían en el camino al inframundo. De hecho creían que llevar una pieza de jade les haría las cosas más fáciles en el otro mundo. El camino culminaba cuando el alma llegaba al sur, pues para los mayas el inframundo estaba relacionado con el sur y el color amarillo. Allí habitaba el dios de la muerte y las enfermedades Ah Puch.
Gracias a dicha creencia los líderes decidieron mandar a hacer grandes y valiosas máscaras en piedra de Jade, lo cual les garantizaba al final del camino volver a la vida de una forma cíclica y continua. Adicionalmente, los mayas creían que la muerte solo era un paso necesario para la vida, así como la vida para la muerte.
Estas máscaras llevaban significados profundos relacionados con la concepción del hombre y su conexión con el cosmos. Es decir que dentro la creación, el individuo era un elemento activo de esta. Por lo tanto, las máscaras eran la manera de prolongar su “existencia” luego de la muerte.
Es por eso, que en el afán de conservar las figuras de los gobernantes, éstos crearon máscaras de jade que lejos de ser hechas con un patrón determinado, las mismas eran armadas directamente sobre el rostro del difunto; se le aplicaba una delgada capa de yeso blanco y sobre ésta se colocaban las diferentes piezas de jade, crisoprasa obsidiana, pirita, concha nácar labrada o caracol hasta quedar cubierto como un mosaico verde, blanco, negro -a veces- y rojo.
Las máscaras fueron el elemento central durante los rituales de inhumación de los gobernantes, ya que de alguna manera reflejaban los rasgos del soberano y los atributos de la divinidad; mientras que los materiales empleados, reflejaban la esencia de su religión y sus costumbres.
Finalmente, hoy después de miles de años las máscaras mayas, piezas únicas, símbolo de la espiritualidad, de su conexión con la vida después de la muerte, confirma de alguna manera, la existencia de esta civilización tan avanzada, demostrando la relación tan cercana que debe existir entre el hombre y el entorno que lo rodea. Si tiene la oportunidad de encontrar una exposición de ellas no dude en ver estos objetos tan mágicos.
ALFA