Las Almohadas: Hay almohadas duras y altas, blandas y finas, almohadas para dolor de cuello, almohadas para embarazadas, almohadas para piernas y un sinfín de tipos de almohadas para dormir.

Pero sentimos comunicarte que aunque tú estés feliz con tu mullido ejemplar, no todas ellas son indicadas para un buen descanso.

Almohadas con protección antiácaros y antibacterias

Estas almohadas viscoelásticas, de 70 centímetros, están diseñas para reducir los puntos de presión durante el sueño permitiendo un descanso profundo. Se adaptan a todo tipo de durmientes y son adecuadas, sobre todo, para dormir de lado y boca arriba. Miden 13 centímetros de alto y presentan una firmeza intermedia. Con ellas se logra una agradable sensación en el cuello y las cervicales cuando se está tumbado.

Ambas están equipadas con una doble funda y ofrecen una protección higiénica máxima. La funda exterior —lavable a máquina y con cierre de cremallera— está confeccionada con un tejido elástico y lleva un tratamiento de aloe vera. Además, disponen de una espuma hipoalergénica que bloquea los ácaros y las bacterias durante la vida útil de la almohada.

Las almohadas están disponibles en todas las medidas habituales para acoplarse a los distintos tamaños de camas: desde los 70 centímetros a los 150 centímetros.

Sí. Para garantizar que descansas hay que tener en cuenta que la almohada cumpla su función: sujetar la cabeza (que pesa lo suyo) y que la columna vertebral esté bien alineada para evitar problemas de espalda.

Y no es que lo digamos nosotros, sino que hemos recurrido como siempre a nuestras doctoras expertas en sueño y nos han contado que incluso hay estudios que demuestran que la calidad del sueño está muy relacionada con el tipo de almohada que usas.

Por ejemplo, hay una investigación coreana en la que se ha comprobado que “los participantes que usaban una almohada ordinaria tenían una satisfacción más pobre en múltiples factores de sueño en comparación con aquellos que usan una almohada ergonómica».

¿Y en qué se traduce esto?

Los que usaban almohada ergonómica tenían menos dolor de cabeza y menos fatiga de cuello y hombros. Y claro, esto tenía un significativo efecto positivo en la calidad del sueño: a menos dolor, mejor descanso.

Entonces qué, ¿te hemos convencido ya de la importancia de escoger una almohada en condiciones?

Pues ahora te vamos a contar todo lo que necesitas saber para comprar la tuya de entre los diferentes tipos de almohadas que hay en el mercado, ¡que son muchos!

Cómo elegir almohada: aspectos a tener en cuenta

Para escoger entre todos los tipos de almohadas que existen hay que tener en cuenta principalmente tres variables: el material del que están hechas, la medida y la forma.

Además de estos aspectos también verás que hay distintas fundas para almohadas, así como rellenos que les aportan más o menos firmeza y suavidad.

Y no hay que olvidar que cada persona es ella y sus circunstancias y lo que funciona para unos no es bueno para otros.

Pero vayamos por partes, que de aquí te tienes que marchar siendo un pro en eso de comprar almohadas.

Materiales

El relleno de la almohada es el responsable de su firmeza, beneficios y de su vida útil.

Veamos los tipos de rellenos de almohadas. Hay dónde elegir:

Almohadas de espuma viscoelástica

Empezamos por la mejor opción que existe en el mercado: la almohada viscoelástica es el “ferrari” de las almohadas.

Se adaptan a tu forma, son envolventes, transpirables y termo-reguladoras, lo que hace que sean perfectas para todo tipo de marmotas.

En este grupo encontrarás que hay fabricantes que les añaden mejoras.

1. Su historia se remonta al año ¡7000 a.C.!

Este útil invento nos ha acompañado durante milenios. Se sabe que fue creado por la civilización de Mesopotamia (la zona ubicada entre los ríos Tigris y Éufrates, en lo que actualmente se conoce como Irak).

Según estudios, las primeras evidencias que se tienen sobre soportes para la cabeza al dormir datan del año 7000 a.C. También hay registros de la existencia de almohadas en el Antiguo Egipto, en las tumbas de los faraones.

2. No siempre fueron utilizadas para dormir

Las primeras almohadas no tenían el confort ergonómico que tanto nos facilita el descanso. En realidad, estaban hechas de piedra y su propósito no era precisamente ofrecer comodidad a quien las utilizara.

De hecho, sólo eran utilizadas por los ciudadanos más ricos de la zona, quienes mandaban a hacer estos bloques de piedra como una medida preventiva para evitar que, al dormir, los insectos entraran en sus orejas y boca.

3. Creían que podía alejar a los malos espíritus

En el antiguo Egipto, se tenía la idea de que la cabeza era el centro de la vida espiritual. Por ello, las almohadas que se utilizaban para dormir estaban hechas de diferentes materiales, como marfil, mármol, cerámica, madera y piedra, talladas con imágenes divinas.

Cuando alguien moría, los egipcios solían colocar una de estas almohadas debajo de las cabezas de los difuntos, pues creían que esto serviría para alejar a los malos espíritus. Fue en Grecia y Roma que las almohadas comenzaron a ser pensadas desde el confort. Se rellenaban con paja o plumas como sinónimo de estatus.

4. ¿Las almohadas aumentan la inteligencia?

Al menos eso se creía en la antigua China. Según estudios arqueológicos, solían estar hechas de materiales duros como madera, bronce o bambú, porcelana y jade, pues se creía que podría dar beneficios para la salud y al intelecto de quien las usara al dormir.

De hecho, se llegó a pensar que la almohada de jade aumentaba la inteligencia de las personas. De ahí que no fabricaran almohadas suaves, pues además creían que robaban energía del cuerpo al dormir.

5. Ellas las usaban más que ellos

No fue sino hasta la Revolución Industrial (siglo XIX) que las almohadas comenzaron a producirse masivamente y sus precios fueron cada vez más accesibles para el resto de la población.

Pero antes de eso, se utilizaron en Inglaterra principalmente por mujeres que estaban en trabajo de parto. Rara vez eran utilizadas por los hombres, pues su uso se reflejaba en un signo de debilidad.